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'Nos juntamos para encontrarlos: de las entrañas del cementerio de Palmira (Valle del Cauca) emerge una notable experiencia restaurativa

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'Nos juntamos para encontrarlos: de las entrañas del cementerio de Palmira (Valle del Cauca) emerge una notable experiencia restaurativa
Quien pudiera siquiera imaginarlo, pero en medio de la destrucción, las muertes y las heridas que dejan decenas de años de violencia en Colombia, desde un lugar tan lúgubre como puede serlo un cementerio, emerge hoy una significativa expresión de vida, paz, memoria y reconciliación que han estado gestando firmantes del Acuerdo de Paz de 2016, comparecientes de la Fuerza Pública y madres y familiares buscadores, con el apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD) y un amplio tejido de aliados, alrededor de la búsqueda de personas desaparecidas, cuyos restos mortales están dispuestos en un sector anexo en el Cementerio Central de Palmira, conocido como “el patio del olvido”.El cuerpo de Wilson Lozada Borrero fue el primero de un desaparecido en un área que rinde homenaje a la memoria por esta y miles de víctimas del país.

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“En el contexto del Acuerdo de Paz nos propusimos apoyar la búsqueda de víctimas civiles y de la fuerza pública, pero también de nuestros propios combatientes y en esa tarea nos encontramos con el caso de un menor de edad que, estando en nuestras filas, murió junto a otros compañeros en el año 2003 en un combate en las montañas de Florida. La madre nos reveló el sitio en donde su hijo fue enterrado en una fosa común en el cementerio de Palmira y, cuando los técnicos excavaron, lo encontraron entre siete cuerpos apilados. Era el tercero de ellos… llevaba retazos de un uniforme camuflado y un minúsculo triángulo de la bandera de Colombia. La mamá murió luego y pidió a sus hijos dignificar la memoria de su hijo, y a eso hemos ayudado”, cuenta Gustavo Arbeláez Cardona, un importante integrante del antiguo Comando Conjunto de Occidente de las Farc, quien se reconoce hoy en su mayor logro personal: “no ser ya el mismo de antes”.En Palmira se realizó una experiencia restaurativa con excombatientes de las Farc, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos.

En un gran mural sobre el cerramiento de este cementerio se lee: “Nos juntamos para encontrarlos”. Foto:Instagram: Corporación Reencuentros

El enfoque restaurador

En un gran mural trabajado bellamente sobre la parte frontal del cerramiento de este cementerio se lee: “Nos juntamos para encontrarlos” y, justo al lado, en medio de flores y mariposas coloridas, se destaca otra frase: “solo desaparece a quien se olvida”.Ya traspasando la entrada principal salta a la vista un gran movimiento interno tanto de personas como de materiales, especialmente alrededor de un área, sobre una esquina del lugar, en la que hombres y mujeres, en medio de un abrazador sol del mediodía, o cuando toca incluso bajo la más pertinaz lluvia, van dando forma a una estructura de osarios en los que deberán ser dispuestos, luego de su plena identificación y una entrega digna a sus familiares, los restos de cientos de personas (se estima en más de 600) cuyos despojos mortales ya han sido ubicados y recuperados como parte del proceso de búsqueda.En Palmira se realizó una experiencia restaurativa con excombatientes de las Farc, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos.

Los familiares de los desaparecidos hablaron en nombre de sus víctimas. Foto:Instagram: Corporación Reencuentros

Daniel Guerra es antropólogo y ha hecho parte del equipo de la UBPD involucrado en este proyecto y cuenta que “el proceso inició a mediados de 2023 con la caracterización del cementerio, el acopio de la información documental, poblacional, física y jurídica para organizar posibles inhumaciones de personas dadas por desaparecidas y la caracterización, por supuesto, de cuerpos identificados no reclamados, así como no identificados que puedan asociarse a casos de desaparición en el marco del conflicto. Luego se inició la intervención de dos sepulturas múltiples, en un área de no más de 900 metros cuadrados, así que estamos hablando de una densidad poblacional bastante alta y de una complejidad o de una inhumación colectiva muy grande”.Esperanza Muñoz Arteaga, mujer desaparecida en Valle del Cauca.

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Para Luz Janeth Forero, directora de la UBPD, “la experiencia vivida en Palmira tiene un profundo valor desde distintos ámbitos como lo moral, institucional y social. Ha sido un territorio donde se ha demostrado que la búsqueda de personas dadas por desaparecidas no es únicamente una tarea técnica o legal, sino un acto de dignidad y compromiso ético con quienes han dedicado su vida por encontrar a sus seres queridos desaparecidos. Palmira es un espacio que nos evidencia este camino recorrido” y destaca la importancia de la articulación: “Aquí se ha logrado materializar una colaboración entre las entidades del Sistema Integral de Paz, instituciones del Estado, cooperación internacional y actores sociales del territorio, mostrando que, cuando hay esa suma de voluntades, sensibilidad y responsabilidad compartida, es posible avanzar y demostrar que la búsqueda es entre todas y todos”.En Palmira se realizó una experiencia restaurativa con excombatientes de las Farc, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos.

En Palmira se realizó este proyecto en busca de la resiliencia. Foto:Instagram: Corporación Reencuentros

La desaparición forzada es una de las tantas expresiones dolorosas del conflicto y las violencias. Su magnitud en Colombia (126.895 personas) supera en mucho los registros que en otros momentos se dieron, por ejemplo, en contextos de dictaduras militares en países como Chile o Argentina hace ya muchos años.El esfuerzo restaurativo, en el marco de transiciones de la guerra y los conflictos hacia la paz, la convivencia y la posibilidad de construir y creer en un destino compartido, tiene que ver con recobrar los vínculos de confianza y solidaridad entre víctimas, ofensores y comunidades.Ahorrar agua es fundamental.

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Para Harvey Suárez, secretario ejecutivo de la JEP, “es muy importante hacer un reconocimiento especial a las víctimas, a las familias buscadoras y con ellas a las mujeres, sobre todo las mujeres, que por décadas esperan luz en los lugares en donde habita la muerte, lo cual parece un contrasentido: como encontrar a sus seres amados en lugares absolutamente impensados. Suceden milagros como estos y son milagros colectivos” y destaca que “es muy significativo que quienes por décadas hicieron parte de la confrontación y generaron daño hoy están logrando algo como lo son hechos reparadores con resultados tangibles. Tal vez no haya un hecho restaurativo de mayor contundencia que la ubicación, la identificación plena, la entrega digna y un reconocimiento de responsabilidad de los causantes del daño directo o a veces indirecto, en el cual una familia, una comunidad, puede ubicar nuevamente a una persona dada por desaparecida. Y esa es una de las principales líneas restaurativas de nuestra jurisdicción”.

Trabajando juntos

“Si nuestros corazones se desarman, nosotros podemos tener una paz estable y duradera. Desde nuestras casas, en cualquier lugar y en todo momento hay que mantener la certeza de que la paz es posible si todos juntamos nuestros corazones y nuestra razón”, dice con emoción Luz Mélida Ocampo Vargas, una de las mujeres buscadoras que hace parte de un gran colectivo de 300 personas que apoya la Corporación para el Desarrollo Regional (CDRC), quienes han sido cruciales en la construcción de este proceso restaurativo. Al respecto, su directora Martha Burbano anota que “hoy contamos con esta importante experiencia colectiva que demostró las posibilidades de trabajar juntos, pero aún hay mucho por hacer porque persiste la estigmatización (‘por algo sería’) y generalmente las familias buscan solas y no encuentran en la institucionalidad una actitud de escucha y compromiso”.En Palmira se realizó una experiencia restaurativa con excombatientes de las Farc, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos.

Fueron partícipes excombatientes, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos. Foto:Instagram: Corporación Reencuentros

Las familias buscadoras han trabajado de la mano de dos colectivos: el de firmantes de paz reunidos en la “Corporación Humanitaria Reencuentros” y exmiembros de la fuerza pública congregados en la “Fundación Comité de Reconciliación”, esfuerzos al frente de los cuales están John León, exmiembro de las Farc, y Diego Bareño Mayor (R) del Ejército Nacional.De conjunto, conformaron un colectivo de 70 hombres y mujeres en el que surgieron, desde la cotidianidad, confianza, hermandad y solidaridad, como atributos de una humanidad realmente compartida. “Antes estábamos enfrentados y nuestras herramientas cavaban trincheras para matarnos, pero hoy una pala nos sirve para encontrar a quienes la guerra silenció o para mezclar el cemento con el cual construir osarios como destino final de estas personas ya reconocidas y dignificadas… es una mano de obra con la que pagamos una deuda moral antes que una pena jurídica y por eso lo asumimos de corazón y no como un castigo”, coinciden en señalar y realzan que “a nuestros antiguos adversarios ya los miramos de manera distinta y nos miramos distintos también a nosotros mismos. Esta ha sido una experiencia realmente transformadora”.Mujeres indígenas también se unieron a la protesta, que se realiza en el centro de Medellín.

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En opinión de María Camila Mantilla, secretaria de Paz Departamental, este proceso tiene el mérito de, entre otros, “haber logrado una apropiación social muy colectiva, creando una pedagogía sobre justicia transicional y restaurativa que contribuye a asegurar sostenibilidad y arraigo territorial, al tiempo que se da una transformación de narrativas, superando discursos de odio y promoviendo mensajes de reconciliación”.La Iglesia Católica también ha jugado un papel relevante en este proceso restaurativo, desde sus mismos comienzos. Para monseñor Héctor Fabio Henao, encargado de relacionamiento en temas de paz, “esta experiencia honra la centralidad de las víctimas y esto es clave para avanzar en la reconciliación en Colombia. Se trata de un ejemplo para el país en tanto participan también antiguos actores del conflicto y un amplio y sólido tejido social e institucional”.En Palmira se realizó una experiencia restaurativa con excombatientes de las Farc, exmiembros de la Fuerza Pública y familiares de desaparecidos.

En Palmira se realizó una experiencia restaurativa. Foto:Instagram: Corporación Reencuentros

Transformación

Una reflexión de Cornelius Castoriadis, traída al evento de entrega de los osarios por parte del equipo del PNUD, que junto a otros lugares de la cooperación internacional (Misión de Verificación de la ONU, GIZ de Alemania, Embajada de Suecia) han estado en un lugar de gran apoyo, bien puede dar cuenta de un logro extraordinario: “El ser humano, en realidad, la posibilidad de ser humano, es la posibilidad de transformarse, de convertirse en otra cosa. Y creemos que lo que hemos visto en este proceso es eso, una transformación individual y colectiva en algo que creemos es muy potente, como lo es convertirse en una luz que ilumina el camino de otros”.Dos jóvenes piden a la justicia medidas que garanticen su seguridad.

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Dice el padre Arturo Arrieta, director de la Pastoral Social de Palmira, que “en este ejercicio estamos en medio de cruces y lápidas sin nombre y parecería poco probable que de una tumba surja la vida. Pero hoy, como persona de fe, como creyente y con el respeto de quienes no lo son, creo en la resurrección. Yo también creo que aquí está ocurriendo un milagro. Yo pienso que esa es la resurrección, la de ver unidas personas que les he visto cambiar la mirada en su trabajo, la de madres que han tenido el valor de venir acá a brindarle agua a quienes pudieron haber sido perpetradores de la desaparición de sus hijos… pero también es la resurrección de un país que no se puede dejar arrebatar la paz!”.Diego Arias - Especial para EL TIEMPO
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